Prensa no lucrativa, propuesta de Granados Chapa

Zócalo, diciembre de 2011

En una sociedad de mercado, en donde la comunicación de masas es antes que nada negocio, pareciera inevitable que solamente prosperen los medios que mejor se ajusten a los esquemas comerciales. Tal ha sido la lógica que rige a las empresas de comunicación en México y a sus relaciones con la sociedad. Sin embargo ese no es el único camino. Si se recuperasen los principios y fines deseables para la comunicación y se antepusieran los compromisos sociales de las empresas dedicadas a esa tarea podría pensarse en medios de comunicación que, estando en manos de particulares, fueran reconocidos como asociaciones sin fines de lucro.

Esa era la opción que, en un trabajo escrito en 1985, presentó Miguel Ángel Granados Chapa para impulsar una prensa profesional, comprometida con la sociedad y con salvaguardas ante las exigencias de un mercado avasallado a intereses comerciales.

Una nueva figura legislativa proponía el maestro Granados Chapa con el propósito de alentar la prensa sin fines de lucro

   “Conviene establecer, legislativa o administrativamente, dos categorías de medios impresos: los lucrativos y los no lucrativos. Los primeros, que se identifican con la mayor parte de las publicaciones actualmente en circulación, serían considerados como productos de empresas sujetas a la regulación mercantil general. Los no lucrativos, que serían una figura de nueva creación en el régimen legal de la prensa en México, disfrutarían de privilegios que son comunes en países de Europa Occidental y que son recomendados por la UNESCO”.

 

Velocidad y precisión

Esa recomendación la presentó y explicó Granados Chapa en el libro “La prensa en México”, que formaba parte de una colección de ensayos sobre medios de comunicación encargada por la UAM Xochimilco y que nunca llegó a publicarse. El volumen sobre la prensa mexicana fue escrito por Florence Toussaint, Miguel Ángel Granados Chapa y el autor de este artículo. El para entonces ya muy reconocido columnista, y en aquellas fechas subdirector de La Jornada, escribió la Introducción, el capítulo denominado “Prospectiva, tendencias posibles en el desarrollo de la prensa” y las Conclusiones de aquel volumen.

Debido a circunstancias que nunca comprendí del todo, la colección y por lo tanto el libro en cuestión no fueron editados. Me tocó presenciar, casi página por página, la elaboración de los segmentos que escribió el maestro Granados Chapa en junio de 1985. A la sazón ambos trabajábamos en el semanario Punto que dirigía don Benjamín Wong Castañeda. Granados Chapa llegaba los viernes hacia el mediodía para escribir, a velocidad de rayo y con una precisión inaudita, la columna “Interés público” y el editorial del periódico.

Durante el tiempo en que discutimos y escribimos –cada quien sus propios capítulos– el volumen mencionado, Miguel Ángel llegaba un poco antes cargado con dos o tres libros en los que apenas si se apoyaba porque fechas, citas y referencias, las traía en su bien organizada cabeza. Así quedó listo, en pocas sesiones, el original de casi 100 páginas, 30 de las cuales estaban integradas por un diagnóstico de la prensa mexicana que escribió nuestra colega Toussaint.

 

Periodismo en crisis

Eran años de profunda crisis que se trasminaba inevitablemente a la industria de la prensa. Había diarios que desaparecían y la creación de otros nuevos implicaba grandes sacrificios y esfuerzos. A Miguel Ángel le constaban esas dificultades porque en menos de una década él mismo había transitado de Excélsior, a Proceso y luego Cine Mundial  y El Universal; más tarde, de unomásuno a La Jornada que habíamos fundado meses antes.

Las estrecheces del mercado publicitario y la insuficiente lectura de medios impresos, le permitían a Granados Chapa augurar épocas difíciles para la prensa:

“Por una parte, los medios impresos recibirán proporciones decrecientes de los presupuestos de publicidad, que se orientarán de más en más a la televisión y a la radio. Los presupuestos mismos no presentan tendencias al crecimiento, sino al contrario. La situación económica nacional, que no repuntará en breve plazo, así lo determina. Por un lado, las condiciones del crédito y la restricción del circulante harán que la economía privada no aumente sus inversiones, ni que los mercados se expandan. El gasto en publicidad, en tales condiciones, se verá limitado, a pesar de las instancias formuladas por las agencias a su clientela, en el sentido de que especialmente en épocas de achicamiento del mercado es aconsejable incrementar la inversión publicitaria. Por otra parte, los recortes presupuestales en el gasto público federal permiten suponer que uno de los renglones afectados será el de la comunicación social, a cuyo cargo se realizan los pagos por inserciones publicitarias”.

Escrito hacia la mitad de 1985, ese diagnóstico pareciera ser el de la prensa mexicana 26 años más tarde. Otros rasgos de ese balance: Los diarios tendrían que asociarse para enfrentar compromisos financieros como la compra de su principal materia prima, el papel. Los periodistas batallarían para enfrentar dificultades laborales. En los estados habría un resurgimiento de la prensa local, más ligada a preocupaciones domésticas que la habitualmente distante prensa de la ciudad de México. La avidez de los nuevos lectores favorecería la circulación de revistas editadas en otros países. Los medios impresos, ante la creciente presencia de la televisión, tendrían menos la tarea de informar y mucho más la de interpretar y examinar los acontecimientos.

 

Diferencias y tensiones

Esas eran algunas de las tendencias que señalaba Granados Chapa en su, a la luz del panorama de los años y décadas siguientes, venturoso ejercicio de prospectiva. En aquellos tiempos no había Internet, ni el país había experimentado la pluralidad política que aún demoraría tres lustros en llevar al gobierno a un partido distinto del PRI. Aún así, el periodista anticipaba una mutación drástica en la subordinación de la prensa respecto del poder político:

“Desde diversos miradores, y por distintas razones, la prensa tendrá a hacerse menos dependiente, en cuanto a las colaboraciones políticas que suele brindar el gobierno federal. Las peticiones mecánicas, simplistas, que a menudo se convierten en verdaderas instrucciones para que no se publique una información, o sobre las modalidades que deberá asumir su presentación, dejarán lugar a una negociación permanente entre los responsables de la prensa y los dirigentes y las agrupaciones de periódicos”.

Granados Chapa conocía de cerca las tensiones –siempre vigentes, pero en aquellos años especialmente difíciles porque eran parte de una relación muy desigual– entre el poder político y la prensa. A partir de esa experiencia, apuntó en las conclusiones del trabajo que hemos mencionado:

“La prensa constituye una especie de franja entre la sociedad civil y el Estado, entre los gobernantes y los gobernados, pues con frecuencia cumple la función de ser intermediaria entre ambos segmentos de la totalidad política”.

Aquella mirada distaba de ser complaciente y desde luego no era candorosa. El columnista sabía que la relación perversa entre prensa y poder político descansaba en el afán arbitrario de un gobierno habituado a doblegar las resistencias que encontrara en la prensa, pero también a excesos desde el campo del periodismo. De allí la última línea del siguiente párrafo:

“A pesar de ello, o por ello mismo, no suele ser tersa la relación entre el gobierno y los medios, especialmente los que no se limitan a la simple operación comercial. Suele haber diferencias y tensiones entre la prensa y el poder, y eventualmente hasta represalias, que se ejercen no sólo unilateralmente”.

Utilidades, al margen

Defectos de la prensa: la información política en sus páginas suele ser “trivial y desordenada”; los hechos no tienen el seguimiento que ameritan; “la información se confunde con la propaganda”; los editoriales suelen padecer gran “pobreza reflexiva”; el afán de congraciarse con el poder en ocasiones era más que evidente. A esas fallas, Granados Chapa atribuía el auge de columnas políticas

Tal panorama, permitía prever el estancamiento profesional del periodismo mexicano. En ese contexto tenía especial mérito social y político –cultural también– la propuesta que diseñó Granados Chapa con el propósito de crear una prensa de carácter no lucrativo.

Esa prensa, que no buscaría como objetivo esencial el beneficio financiero, tendría entre otras las siguientes facilidades: “el otorgamiento de créditos blandos para la instalación de esos medios; subsidios en la importación de sus equipos y materiales; crédito en la adquisición de papel; tarifas postales y de transportación aérea y terrestre preferenciales; régimen tributario especial, etcétera”.

A cambio de ello, “el compromiso de los medios no lucrativos, como su nombre lo indica, consistiría en ejercer la responsabilidad social de la prensa, al margen de las utilidades, que sólo le serían permitidas a condición de reinvertirlas. Cuando no lo hicieran, éstas engrosarían un fondo destinado al financiamiento de otras empresas de la misma índole”.

Granados Chapa encontró un asidero histórico en su propuesta: las franquicias postales dispuestas por el general Lázaro Cárdenas en 1937 a favor de los diarios que, llevando más de un año de publicarse, no incluyeran en sus páginas más de 30% de anuncios.

Las reglas destinadas a la prensa no lucrativa podrían establecer un límite similar para el espacio destinado a publicidad, o mayor tratándose de anuncios no comerciales. A diferencia de la práctica desde entonces generalizada en la prensa mexicana que cobra más caras las inserciones de carácter político que los anuncios comerciales, Granados Chapa sugería que en la prensa sin fines de lucro hubiera tarifas preferenciales para la publicidad de agrupaciones sociales y políticas.

 

Sin fines comerciales

A Granados Chapa, que llevaba años perseverando en esos temas, no se le escapaba la necesidad de reformar la legislación destinada a la prensa. Allí, decía, deberían incluirse “normas referidas a las empresas de prensa, a los periodistas y a sus agrupaciones”. Recomendaba crear un registro nacional de prensa en donde cualquier interesado pudiera conocer cómo se integran las empresas que editan diarios y revistas. Asimismo, proponía mecanismos para que los datos acerca de la circulación de los medios impresos también fueran públicos. Se refería con tiento a la colegiación de los periodistas, que encontraba pertinente para mejorar el nivel profesional de los informadores aunque reconocía que su obligatoriedad era discutible.

La inquietud acerca de la prensa no lucrativa, Granados Chapa la extendió más tarde a su examen de otros medios de comunicación. En diversos foros abogó por el reconocimiento de radiodifusoras o televisoras sin  propósitos prioritariamente comerciales. Esa preocupación del periodista recientemente fallecido influyó de manera muy importante para que, en diversas iniciativas de ley presentadas ya en la primera década del nuevo siglo, se previera la existencia de medios de comunicación sin fines de lucro.

A fines de 2009 por ejemplo, cuando le solicitamos que sintetizara sus propuestas en un breve texto para el libro ¿Qué legislación hace falta para los medios de comunicación en México? que publicó la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, Granados Chapa inició su contribución con esta sugerencia:

   “Medios no lucrativos. En esta definición caben los que ahora son medios oficiales o de gobierno, así como los medios comunitarios y los de instituciones autónomas, como las universidades. El elemento común es que si bien no persiguen ni obtienen ganancias, quedarían autorizados para generar ingresos propios, incluso por publicidad, amén de patrocinios y los presupuestos que les correspondan por su pertenencia a instancias gubernamentales. Los ingresos han de servir para su funcionamiento, no para generar utilidades. Su régimen fiscal, por lo tanto, eximiría a estos medios del impuesto sobre la renta”.

Para Granados Chapa la comunicación era antes que nada un servicio comprometido con el interés público. A esa inclinación obedecía el planteamiento para que se reconociera formalmente la existencia de una prensa cuya prioridad fueran el periodismo profesional y sus lectores, antes que el dinero.

En el mundo intensamente mercantilizado de nuestros días pareciera que esa propuesta es solamente anécdota del pasado. Sin embargo en distintos países cada vez se afianza mejor la idea de que sin un periodismo de calidad, con lectores suficientes y recursos para subsistir, la democracia pierde su principal espacio para la deliberación de los asuntos públicos y para que los ciudadanos, más allá de las instituciones políticas, puedan fiscalizar y discutir al poder político.


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