Ira y violencia en TV

La Crónica, 10 de mayo de 2002

Hastiada de mirar una y otra vez la terrible escena de los niños cuando eran atropellados por un desquiciado, la noche del lunes una indignada televidente envió por correo electrónico esta carta a las oficinas del Canal 40:

   “¡Qué poca madre la de ustedes! Qué bueno tener imágenes tan ilustrativas de la locura humana. Una gran exclusiva para ustedes, supongo. Imagino la cara de emoción que algunos de ustedes tuvieron por haber transmitido una imagen tan descarnada. Esa es la violencia y la locura de nuestros tiempos actuales, podríamos decir. Sin embargo, pese a toda la estupidez humana, esos niños merecían un minuto de silencio, bueno, ya de perdida un absurdo comercial, pero no las mentadas de madre ni las risas divertidas de un público futbolero que no hace sino demostrar que ustedes también nos nutren de circo y hacen de la violencia un punto más en el rating”.

   El encrespado mensaje fue enviado por la periodista Susana Rosas, madre de familia que había contemplado con desazón inacabable el video que mostraron los canales televisivos.

   La obsesiva reiteración con que durante toda esa tarde y noche fueron mostradas las escenas del asesinato en Ecatepec, permitía suponer que las televisoras habían transgredido la siempre incierta barrera entre el compromiso informativo y el afán mercantil.

   Hipnóticas, esas escenas nunca dejarán de provocar rabia y espanto. Televisa las transmitió en todos sus noticieros pero al menos en algunos de ellos omitió las escenas más escabrosas. Al parecer no hizo lo mismo la empresa CNI Canal 40 que, aun cuando reconoció que el video se lo había proporcionado Televisa, no tuvo el mismo escrúpulo al difundirlo.

   Más allá de las implicaciones sociales, penales y morales del crimen contra los niños que hacían un ensayo cívico en la calle, la difusión de esas imágenes remite a uno de los temas inagotables en el comportamiento de los medios. ¿Hasta dónde es pertinente transmitir escenas de hechos de violencia y crueldad extremas? ¿En qué medida esas imágenes permiten combatir la violencia o, al contrario, son recibidas como apología del crimen?

   No existen códigos de ética o parámetros profesionales suficientemente detallados para anticiparse a situaciones tan complejas e inesperadas como las que, en ese terreno, suelen enfrentar las redacciones en todo el mundo. Es claro que la transmisión de imágenes de asesinatos, mientras más crueles más célebres, incrementan la audiencia de cualquier medio.

   Pero también ocurre que, cada vez con más frecuencia, el abuso en la presentación de escenas de esa índole disgusta a algunos segmentos de los públicos mediáticos. Protestas similares a la de nuestra amiga, comienzan a repetirse cada vez que los medios difunden acontecimientos espantosos como la matanza en Ecatepec.

   Dentro de los medios los dilemas al respecto son difíciles. Incluso por consideraciones de mercado, pero no sólo debido a ellas, los jefes de redacción y directivos tienden a moderar la exhibición de tales escenas aunque difícilmente alguien prescindiría de algunas de ellas cuando se trata de un asunto tan perturbador como el del martes.

   A veces difundir escenas de hechos criminales en sitios distantes no es tan difícil como hacerlo cuando se trata de acontecimientos que nos involucran de una u otra manera. Las imágenes de la guerra en Israel o Afganistán, no parecen tan repulsivas como las del momento en que son atropellados unos niños indefensos a un paso del Distrito Federal.

   En Estados Unidos, el 11 de septiembre las televisoras resolvieron no mostrar las escenas más cruentas de las víctimas del atentado contra las Torres Gemelas. Hubo quienes, desde el gremio periodístico, consideraron que esa decisión atentaba contra la libertad de información de los ciudadanos. Otros, dentro y fuera de ese país, creyeron que esas imágenes habían sido omitidas por instrucción expresa del gobierno estadounidense.

   En otras circunstancias, la transmisión de noticias de atentados terroristas ha sido intencionalmente atenuada, e incluso suspendida por algún tiempo. Hace más de una década los medios en Gran Bretaña e Irlanda se propusieron no difundir escenas de crímenes perpetrados por el Ejército Revolucionario Irlandés. En Colombia hace tres años las cadenas de televisión decretaron una moratoria en la transmisión de imágenes de atentados y secuestros.

   En todos esos casos la realidad se les ha impuesto a los medios. Pero sin duda en algunas ocasiones el exceso en la presentación de escenas violentas no sólo exaspera a los televidentes. Incluso llega a propiciar que algunos de ellos culpen a los medios, aunque sea en parte, del ánimo agresivo que se extiende en nuestras sociedades.

Correo electrónico: rtrejod@infosel.net.mx

Página web: http://raultrejo.tripod.com/

 

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