Jacobo Zabludovsky, fama y figura

Publicado en Zócalo, agosto de 2015

Zabludovsky con audífonos

La extendida fama de Jacobo Zabludovsky fue parte, y consecuencia, de la hegemonía de Televisa. Ningún otro periodista ha sido tan conocido, en la sociedad mexicana, como el conductor de 24 Horas. Ninguno ha sido tan discutido. La notoriedad pública, cuando es excesiva y prolongada como sucedió con Zabludovsky, sobrepasa a las capacidades profesionales, magnifica logros pero también yerros, enaltece o desacredita al personaje por encima de lo que hizo y dejó de hacer.

Además de ese respaldo que encontró en la empresa a la que sirvió, Zabludovsky fue un periodista inteligente y enterado, con una notable intuición noticiosa y una proverbial capacidad de trabajo. No fue un simple lector de guiones. De allí su importancia y mérito, junto a los notorios yerros que cometió.

Jacobo Zabludovsky delineó el estilo de informar por televisión (es decir, la forma de enterar de los acontecimientos públicos a las grandes mayorías del país) durante varias décadas; fue nuestro vínculo consuetudinario con las noticias y conservó una presencia conocida por varias generaciones de televidentes. Todo ello, fue posible gracias a la decisión de Televisa para mantenerlo a cuadro como emblema de estabilidad no solamente en la empresa sino en el país.

La voz y la imagen de Jacobo comunicaban las versiones de los acontecimientos públicos que al poder político le interesaba que se difundieran. Mensajero de tales enfoques, a menudo fue confundido (y a veces se mimetizó aquiescentemente) con los intereses cuyos mensajes propalaba.

 

Periodismo único

Zabludovsky byn

¿Fue vocero del poder? Sí, en parte. No fue portavoz directo del gobierno, sino comunicador de intereses con los cuales se identificaba, o aceptaba, la empresa para la que trabajó durante casi toda su vida. ¿Fue promotor del PRI? Sí, en ocasiones. ¿Fue periodista o propagandista? Lo primero, más que lo segundo. En su descargo, como él mismo hizo en numerosas entrevistas ya durante el Siglo 21, hay que recordar el talante autoritario, o al menos arbitrario, que dominaba en el Estado mexicano desde los años sesenta.

“Yo ejercía mi oficio, que era el de organizar un sistema informativo y transmitir las noticias al aire –le dijo al periodista Daniel Moreno en 1997– de modo que interpretaba la realidad que vivíamos en aquel momento. El PRI, no debemos olvidar, era un partido absoluto, el gobierno no tenía contrapesos, y la televisión tenía la desventaja, frente a la prensa escrita, de ser producto de concesiones del gobierno, lo que influía en el contenido del noticiero”.

A la muerte de Zabludovsky, el 2 de julio, la profesora María Elena Meneses, del ITESM, escribió en Twitter: “Quienes estudiamos Comunicación/Periodismo en los 80 nos dividíamos en dos: los que querían ser como él y los que no”. Esa apreciación de Jacobo Zabludovsky se mantuvo hasta la actualidad, con una peculiaridad: algunos de quienes antes lo abominaban, en los años más recientes lo elogiaron –y viceversa-.

Zabludovsky fue paradigma de un periodismo vistoso y omnipresente porque era el único. Fue quien reprodujo, en televisión, la abundancia de notas breves junto con ausencia de contexto e interpretación que dominó en la prensa escrita durante toda la segunda mitad del siglo 20 mexicano. Se trata de un periodismo de muchos dichos y pocos hechos pero con suficientes dosis de espectacularidad para renovar el interés de los televidentes. Tuvo una constante habilidad para magnificar los asuntos más rutinarios, pero además para encontrar la noticia y transmitirla en directo cuando se trataba de acontecimientos relevantes. Ese estilo fue desplegado cada noche, durante 27 años, e inevitablemente creó costumbres tanto en la manera de ofrecer noticias como en los hábitos de los televidentes para enterarse de ellas.

Entre septiembre de 1970 y septiembre de 1986 y luego, del 23 de marzo de 1987 al 19 de enero de 1998, 24 Horas fue el noticiero emblemático de la televisión mexicana. Ningún periodista de este país –de hecho ningún mexicano— ha tenido el escaparate del cual disfrutó Zabludovsky en el transcurso de casi tres décadas. Jacobo y su noticiero contribuyeron de manera fundamental a establecer la agenda de lo que se conocía y lo que no en la vida pública mexicana. Tal privilegio se debió a la decisión del propietario de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo. Pero también a la capacidad de ese perceptivo y afanoso periodista.

 

Día tras día, todos los días

La presencia mediática de Zabludovsky se extiende desde dos décadas antes (en 1950 inició el primer noticiero de la televisión mexicana, para el Canal 4) y se prolongó 17 años después de la finalización de 24 Horas. Durante 65 años ocupó espacios significativos en el escenario público y a menudo su voz e imagen acompañaron a la sociedad mexicana en la presentación de los acontecimientos más importantes.

Varios de sus logros periodísticos fueron ampliamente conocidos por su importancia histórica pero además porque él mismo se encargó de reiterarlos. ¿Cuántas veces hemos escuchado su emotiva crónica del terremoto de 1985? ¿Cuántas veces oímos aquella charla con Fidel Castro al que Zabludovsky acompañó cuando entró a La Habana en enero de 1959? ¿O las grabaciones de los extravagantes encuentros con Salvador Dalí a partir de 1965?

Zabludovsky tuvo grandes logros periodísticos cuando supo estar en el sitio oportuno y con personajes relevantes. Pero además de esos momentos destacados se mantuvo en los espacios periodísticos que creó y dirigió a partir del elemental y difícil mérito que significa el trabajo cotidiano, día tras día, todos los días.

“Me propuse ser periodista –le dijo Zabludovsky a Miguel Reyes Razo en febrero de 1987–. Y lo seré hasta el día que me muera. Pero fue muy difícil. Subí escalón a escalón. Sin nadie cuya influencia abriera puertas. Y con un nombre que no ayudaba mucho. Pero que nunca oculté ni disimulé. Decidí usar mi nombre que dice quién soy, de dónde vengo”.

Era, sin duda, cercano al poder. No podía dejar de serlo con la relevancia pública que alcanzó. Pero hasta donde se sabe, Zabludovsky no hizo negocios particulares a partir de la capacidad de interlocución política que sin duda tenía. Desde los años 60, y quizá antes, hubo (y en algunos casos hay, todavía) periodistas influyentes que obtuvieron concesiones para gasolineras, agencias aduanales, locales comerciales en aeropuertos, entre otros negocios, o que acostumbraron colocar a sus familiares en cargos públicos. En el caso de Zabludovsky, no hay noticia de que haya intercedido ante gobiernos o empresas para que pagaran publicidad en sus noticieros, ni de que cobrara porcentajes por los anuncios contratados en los espacios que conducía. Inclusive durante sus años últimos en la radio, en donde otros conductores se benefician de la venta de publicidad, él se mantuvo al margen de esa práctica. El manejo que hizo de la información, antes en televisión y hacia el final en radio, fue discutible. Pero no lo contaminó con transacciones comerciales.

 

Zabludovsky y Dalí

Sin más versión que la oficial

El 19 de enero de 1998, unas horas antes de transmitir 24 Horas por última vez, Zabludovsky le dijo a José Gutiérrez Vivó en Monitor de la mañana: “El político descubre que todo el mundo tiene un precio. Cuando hablo de un precio no hablo del más primitivo que es el precio en dinero. A veces el precio es una palmada, a veces el precio es que tu esposa reciba una canasta de flores el día de su cumpleaños; a veces el precio es invitarte a un viaje. Lo que pasa es que el periodista que requiere de esas relaciones como fuentes de su información tiene que establecer una distancia de tal manera adecuada que le permita tener la relación para informarse y al mismo tiempo el compromiso de poder criticar en caso necesario”.

Zabludovsky estaba al tanto de los riesgos que las relaciones con el poder implican para el profesionalismo de los periodistas porque no fueron pocas las ocasiones en las que estuvo en el límite, o incluso más allá, de la línea que separa la libertad del compromiso con los personajes políticos.

Cuando tenía 30 años, en 1958, aceptó ser coordinador de Radio y Televisión del presidente Adolfo López Mateos. Ese fue el sexenio en el que comenzó a destacar por sus transmisiones, en televisión, de los primeros viajes al espacio de los astronautas estadounidenses. Con Gustavo Díaz Ordaz fue consejero de Difusión y Relaciones Públicas pero, según dijo en alguna entrevista, solamente al principio de ese gobierno. Sus tratos con el poder fueron constantes pero también diversos. Ya en su última fase como periodista era notoria su simpatía por Andrés Manuel López Obrador.

Claudia Fernández y Andrew Paxman autores de la fundamental biografía de Emilio Azcárraga Milmo, explican el papel político de ese periodista: “Zabludovsky fue el eficiente operador de la propaganda gubernamental, con la anuencia de su patrón. Irritaba a los partidos de oposición por ignorar sus versiones sobre fraudes electorales del PRI, enardecía a los maestros al reportar sobre sus manifestaciones como causa de caos vial y no escuchar sus protestas, encolerizaba a los intelectuales críticos por su incondicional servilismo al sistema”.

Zabludovsky no era correa de transmisión del gobierno. Su trato con el poder político era algo más complejo y estaba determinado tanto por los intereses de Televisa como por los márgenes de autonomía, no siempre muy holgados, que él se procuraba. Simplemente, era el único comunicador con presencia nacional en épocas en las que el Estado no tenía política de comunicación. Estaba –y permaneció durante muchos años— en una posición a la cual a las instituciones del Estado, y muy especialmente al gobierno y al presidente les resultaba forzoso influir.

Zabludovsky, en los años de 24 Horas, ofrecía de manera fundamental, y por lo general solamente, las versiones oficiales de los acontecimientos públicos. En primer lugar porque no había otras. En la prensa de esos años la presentación de puntos de vista distintos a los institucionales era muy escasa. En televisión, sencillamente, no había diversidad política alguna. Además, desde luego, a Televisa y a sus periodistas no les interesaba ofrecer, de los acontecimientos públicos, ángulos distintos a los oficiales.

 

Regalo a Echeverría

El discurso periodístico construido a partir de notas breves por lo general colmadas de declaraciones, uniformidad de fuentes, ausencia de contraste y carencia de contexto, definió a 24 Horas pero, sorprendentemente, a casi toda la televisión mexicana que tenemos cuatro décadas más tarde. Ese estilo, creado y propagado por Zabludovsky, no fue solamente suyo y ha sido una de las causas de la incapacidad de la televisión para proporcionar a sus audiencias concepciones menos esquemáticas, y menos parciales, de la realidad.

Algunas veces ese periodismo fue colocado de manera ostensible al servicio del poder gubernamental. En esas ocasiones Zabludovsky experimentó sus mayores tropiezos públicos.

El desempeño de ese periodista en 1968 ha sido muy comentado e, incluso, ha sido motivo de mitificaciones y exageraciones. En todos los noticieros de la televisión mexicana, entre ellos el matutino que en aquella época conducía Zabludovsky, solamente se difundió la versión oficial del crimen en la Plaza de las Tres Culturas. Tampoco hubo enfoques distintos en los periódicos. Zabludovsky fue tan institucional, o parcial, como el resto de los periodistas. Pero no es cierto, como se ha dicho desde hace algunos años, que aquella noche, o a la mañana siguiente, se hubiera ufanado de que había un día soleado.

En cambio sí ha podido documentarse el buen trato que tenía con el gobierno. El investigador y periodista Jacinto Rodríguez Munguía encontró en el Archivo General de la Nación un recado que Zabludovsky le envió a Luis Echeverría, entonces secretario de Gobernación, el 22 de enero de 1969:

“Estimado Luis Echeverría:

Le envío a usted el número de febrero próximo de la revista Esquire que acabo de comprar en los Estados Unidos. Le recomiendo que lea las páginas 86, 87, 88, 89 y 90 que me parecen de lo más interesante que se ha publicado sobre cómo, dónde, cuándo y por qué actúan los alborotadores y quiénes son los principales de ellos. Aprovecho para enviarle un afectuoso saludo”.

Se trataba de un artículo del periodista John Kifner sobre las prácticas políticas y los mecanismos de difusión de la nueva izquierda estadounidense que, igual que los activistas estudiantiles en México, utilizaba mimeógrafos y magnavoces para decir lo que no se informaba en los medios convencionales.

Zabludovsky en 24 Horas

Insurgencia cívica ignorada

Al terminar el gobierno de Echeverría fue ostensible la colaboración de Zabludovsky para difundir la versión oficial del conflicto en Excélsior en julio de 1976. Fernández y Paxman relatan: “Azcárraga, con tal de quitarse un poco de las presiones de Echeverría de encima, apoyó al presidente en su batalla contra Excélsior”. Los entonces jóvenes reporteros Ricardo Rocha y José Cárdenas fueron enviados a entrevistar a los campesinos que habían ocupado los terrenos de Paseos de Taxqueña, cuya propiedad precipitó el litigio dentro de la cooperativa que editaba aquel diario. Zabludovsky fue parte del engranaje informativo que privilegió las declaraciones de los invasores, soslayando la versión de los periodistas expulsados de Excélsior. A causa de esa cobertura parcial, él y Azcárraga serían frecuentes destinatarios de reproches y denuncias en Proceso, la revista de Julio Scherer.

Cierta o no –o cierta a veces y en otras ocasiones no– la fama de personero del gobierno se propagó conforme pasaron los años. En 1986 el enfrentamiento electoral entre el PRI y el PAN en Chihuahua fue desatendido por los noticieros de Televisa. Mientras el movimiento social encabezado por Francisco Barrio impugnaba con gran fuerza cívica el resultado de aquellas elecciones, Zabludovsky se limitaba a decir que había ganado el candidato del PRI. Las omisiones de Televisa eran notorias sobre todo ante la cobertura que la insurgencia chihuahueña recibía en la televisión internacional.

El costo que esa parcialidad informativa tuvo para Televisa no fue menor. Las protestas del PAN, además del resultado electoral, impugnan la opacidad en las noticias de esa empresa. Azcárraga Milmo reconoce la necesidad de hacer cambios en busca de la credibilidad que el consorcio estaba perdiendo y sacrifica al eslabón más notorio de la cadena informativa.

El 5 de septiembre de 1986 Jacobo Zabludovsky se retira de 24 Horas. Lo sustituye el también periodista Guillermo Ochoa. Al mismo tiempo Miguel Alemán Velasco se hace cargo de la presidencia de Televisa en vez de Azcárraga y despliega un discurso lleno de promesas de renovación y apertura políticas. Zabludovsky es enviado a Miami para dirigir los noticieros de la Spanish International Network (que estaba a punto de cambiar de nombre para llamarse Univisión) pero varias docenas de reporteros y redactores se oponen a su llegada.

Esa protesta se debe a diferencias profesionales porque los informadores de la televisión en español Estados Unidos trabajaban con una libertad que no reconocían en el periodismo de Zabludovsky. Pero también se originaban en una suerte de antimexicanismo y, por extravagante que resultara, varios de esos periodistas de Miami consideraban que Zabludovsky era pro-castrista. Así que lo vetaron, entre otros motivos, por atribuirle simpatías de izquierdas.

 

Tropiezo en Miami

En 1988 Televisa había creado el Sistema de Noticias Eco, un canal de televisión con presencia iberoamericana y dedicado a contenidos informativos que era dirigido por Jacobo Zabludovsky. Esa fue quizá la aventura mediática más costosa que emprendió Azcárraga Milmo y duró casi trece años. Allí, Zabludovsky internacionalizó su modelo de noticieros y dispuso de una amplia red de corresponsales. Pero tropiezos como el de Miami, en donde los periodistas de SIN se negaron a ser absorbidos por Eco, indicaban que una mayor expansión encontraría resistencias políticas e ideológicas, además de las dificultades para tener audiencias significativas en cada país.

Zabludovsky no tiene mucho tiempo para deplorar el episodio estadounidense porque en febrero de 1997 Televisa lo llama para conducir otra vez 24 Horas. Un mes antes, en enero, Guillermo Ochoa había comenzado un nuevo noticiero llamado “Nuestro mundo”. El estilo más afable y campechano de ese periodista no resultó eficaz. Zabludovsky reinició 24 Horas el 23 de marzo, el programa de Ochoa fue transformado en una revista nocturna que se transmitía después del noticiero y ambos fueron designados directores de Noticias de Televisa.

Seis meses había permanecido Zabludovsky sin conducir su noticiero. Regresó con más influencia dentro de la empresa que nunca pero, además, como señal de que la renovación que promovía Alemán Velasco no había ido más allá de un vistoso discurso. “El retorno no es más que la evidencia de un fracaso –escribió la investigadora Fátima Fernández Christlieb–… El tan anunciado proyecto de apertura política que publicitó Alemán durante el último trimestre de 1986 parece que quedará en eso: en un proyecto…”

A Dolores Ayala se le asignó la conducción de un nuevo noticiero de contenido regional, “generado por diversas estaciones de la provincia mexicana” según anunció Televisa. La conductora reconocía que la conducta informativa de la empresa había sido excesivamente parcial: “Por ser institucionalistas no se decían las cosas que sucedían en otros campos de la política mexicana. Nunca dimos notas del PAN quizá pensando en que se ayudaba al PRI o al gobierno. Sin embargo, nos dimos cuenta de que eso no funciona. La gente se entera y quien queda mal somos nosotros los informadores y la empresa”. Televisa y sus informadores no aprendieron de esa experiencia.

 Zabludovsky en oficina

1988, ostensible parcialidad

   En 1988 la televisión mexicana volvió a estar a la zaga de la renovación que experimentaba la sociedad. Las campañas electorales de los candidatos de la oposición, entre los que destacaban Manuel Clouthier del PAN y Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional, fueron prácticamente ignoradas por Televisa, igual que por la televisora del gobierno.

Apoyándose en la experiencia de Chihuahua, Clouthier hizo de la denuncia contra la parcialidad de Televisa uno de los ejes de su campaña. En el transcurso de la temporada electoral, de acuerdo con datos de la investigación que hizo Pablo Arredondo Ramírez, en los dos noticieros más relevantes de la televisión mexicana, 24 Horas de Televisa y Día a día de Imevisión, la campaña del candidato presidencial del PRI, Carlos Salinas de Gortari, recibió el 92% del tiempo destinado a noticias electorales, la campaña de Cárdenas 3.9% y la de Clouthier 3.5%.

La distorsión no era sólo cuantitativa. Conforme se acercaba la elección del 6 de julio, los operadores políticos en el gobierno promovieron campañas contra los candidatos de oposición. El 23 de marzo de 1988 Zabludovsky dijo en su noticiero que esa mañana lo habían visitado dos hijos del general Lázaro Cárdenas de los cuales no se tenía conocimiento público. Aquellos ciudadanos, de madres diferentes, eran medios hermanos de Cuauhtémoc Cárdenas y querían expresar su desacuerdo con él. “Nuestro sistema, aun con fallas, es bueno porque ha mantenido una paz social en el país… Se está tomando el nombre de mi padre para explotar una campaña política que es incongruente” dijo uno de ellos, de acuerdo con la transcripción que hizo Arredondo Ramírez.

Zabludovsky los dejó hablar y les destinó un espacio destacado en el noticiero. Quienes promovieron esa exhibición de los dos hijos del General creyeron que le quitarían autoridad moral al ingeniero Cárdenas, como si fuera responsable de la vida privada de su padre. Todo indica que esa presentación aumentó la popularidad del candidato de las izquierdas. Posiblemente esa fue la utilización más impúdica que el gobierno hizo de 24 Horas y su conductor. Se trató, sin duda, de uno de los momentos más oprobiosos en la carrera profesional de Zabludovsky.

Televisa hizo peores cosas para respaldar al PRI en aquel 1988. Tres días antes de la elección el periodista Juan Ruiz Healy presentó en el programa 60 Minutos una nota repleta de insinuaciones calumniosas contra todos los candidatos de la oposición.

 

Altísima confianza

Diez años más tarde Televisa vuelve a reconocer que tiene que renovarse. De nuevo Zabludovsky es la pieza prescindible. Azcárraga Milmo había muerto en abril de 1997 y su hijo Emilio Azcárraga Jean, a la cabeza del nuevo grupo directivo del consorcio, dispuso una renovación si no de fondo, al menos de los personajes emblemáticos de Televisa. Raúl Velasco dejó de conducir el extenso programa dominical que tuvo durante 28 años y 24 Horas, ahora sí, llegó a su fin. Aunque se dijo que tenía problemas de rating, pesó más la necesidad de una renovación aunque fuese cosmética de Televisa.

Una encuesta de Reforma levantada en 206 ciudades del país indicaba en enero de 1998 que el 55% de los entrevistados veía 24 Horas siempre o casi siempre. El 64% consideraba que ese noticiero tenía “mucha” influencia en el país. El 66% respondió que confiaba “mucho” o “algo” en Jacobo Zabludovsky, en tanto que el 27% desconfiaba “algo” o “mucho”. El 56% opinó que ese periodista debería seguir conduciendo otro noticiero en televisión.

Así que, aún en el ocaso de 24 Horas, Zabludovsky tenía un alto reconocimiento público. En aquellos días una nota en The New York Times consideró: “Después de la Virgen de Guadalupe, la venerada patrona de México, probablemente la imagen más familiar en este país es el rostro impasible, con gafas, del presentador de televisión (“anchorman”) Jacobo Zabludovsky”. A pregunta del investigador Mario Nieves, Carlos Monsiváis opinó así acerca de esa frase:

“No creo que en México el anchorman constituya un punto de vista. Un anchorman es una destrucción de las alternativas de información, pero no un punto de vista… Jacobo Zabludovsky, por importante que haya sido, nunca alcanzó un grado de contaminación religiosa, siempre fue alguien que informaba la perspectiva de una empresa; no era Jacobo –dicen—era Televisa. La preeminencia de la empresa y la disminución, por consiguiente, del anchorman, sigue presente”.

Zabludovsky, demostrando que cualquier espacio es útil para un periodista con oficio, inició poco después un modesto noticiero en un canal de Cablevisión, propiedad de Televisa. Pero al terminar marzo de 2000 se separó definitivamente del consorcio.

El noticiero estelar de Televisa había sido conducido durante dos años por Guillermo Ortega Ruiz que nunca convenció lo suficiente. Cuando se planteó su relevo, Azcárraga Jean designó a Joaquín López Dóriga. Esa responsabilidad la quería Abraham Zabludovsky, que tenía una larga carrera en los noticieros de la empresa y, como no la obtuvo, renunció. Jacobo, su padre, renunció a Televisa en solidaridad con esa decisión.

 

“Hice lo mismo que todos”

Zabludovsky en Radio Red

Solamente entonces Zabludovsky comenzó a aquilatar de manera crítica, en público, su trayectoria de tantas décadas. En octubre de 2011 le dijo a Miguel Reyes Razo: “En Televisa hice lo mismo que hicieron todos los periodistas de ese tiempo. Todos pasamos por situación muy parecida. Todos tuvimos que apegarnos a las reglas prevalecientes. Las cumplimos rigurosamente. En unos medios se notaba más que en otros. Pero yo fui el más visto durante ¡30 años! Fui símbolo de lo bueno… O de lo malo”.

Eso fue. Lo uno y lo otro. Jacobo Zabludovsky lo sabía y por eso se afanó tanto en la redacción de sus memorias, porque con ellas quería matizar el juicio público que pudiera hacerse de él. Redactó y corrigió varias veces el borrador. Quizá no haya demasiadas revelaciones en ese documento, cuya publicación dejó a la decisión de su hijo Abraham.

“El periodismo televisado da famas intensas y efímeras” le dijo a Daniel Moreno en 1997. Pero Zabludovsky estuvo tanto tiempo en las pantallas que su notoriedad se extendió de manera inusitada. Luego hizo De una a tres, el noticiero en Radio Centro que mantuvo desde septiembre de 2001 hasta poco antes de su fallecimiento el 2 de julio de 2015.

En abril pasado le hizo para su programa de radio una larguìsima entrevista a Andrés Manuel López Obrador. El dirigente de Morena se explayó cuanto quiso, acaparó la palabra, apenas si dejó que su interlocutor dijera algunos monosílabos. Zabludovsky, el gran entrevistador de tantos personajes, le dejó el micrófono y se retrajo en la charla pero al final no pudo evitar una puntualización: “Le agradezco mucho este monólogo, señor López Obrador”.

Esa ironía solamente la pudo tener un hombre que disfrutaba lo que hacía. Quienes trabajaron con él han recordado, de maneras muy enfáticas, el talante amable que Zabludovsky tenía siempre. En 1998, anticipándose a Kapuscinski, le dijo a Marta Anaya: “Uno no puede ser buen periodista si es mal hombre”.

Cada quien tiene su propio juicio acerca de personajes tan públicos y vistosos como él. En lo personal, creo que Jacobo Zabludovsky transitó por circunstancias tan conflictivas sin perder la ironía ni la cordialidad porque era una buena persona. Y sin duda era un buen periodista.

 

REFERENCIAS

– Marta Anaya, “Fin de un programa, no de una vida: Jacobo”. Excélsior, 19 de enero de 1998.

– Pablo Arredondo Ramírez, “Opacidad en la ventana electrónica…” en Arredondo Ramírez, et. al., Así se calló el sistema. Comunicación y elecciones en 1988. Universidad de Guadalajara, 1991.

– La Crónica. “Dice Zabludovsky a Gutiérrez Vivó en Monitor. La lucha por el rating hará que los noticieros sean muy semejantes”. 19 de enero de 1998.

– Claudia Fernández y Andrew Paxman, El Tigre. Emilio Azcárraga y su imperio Televisa. Grijalbo, 2000.

– Fátima Fernández Christlieb, “El regreso de Zabludovsky”. La Jornada, 24 de marzo de 1987.

– Ana María González, “No más mezcla de noticias y espectáculo: Lolita Ayala”. La Jornada, 28 de marzo de 1987.

– Daniel Moreno, “Jacobo Zabludovsky. Seré una referencia nostálgica”. Enfoque, suplemento de Reforma, 16 de noviembre de 1997.

– Mario Nieves y Laura Márquez, La Catedral de la Imagen. Crónicas de televisión. Universidad Regiomontana, 1999.

– Julia Preston, “Longtime Mexican Anchorman Signs Off”, The New York Times, 20 de enero de 1998.

– Reforma, “Confianza, a pesar de todo”. 18 de enero de 1998.

– Miguel Reyes Razo, “Todavía despierto envidias: Jacobo”. Excélsior, 28 de febrero de 1987.

– Miguel Reyes Razo, “A mí la pobreza no me importó, fui un niño muy feliz: Jacobo Zabludovsky” El Sol de México, 25 de octubre de 2011.

– Jacinto Rodríguez Munguía, La otra guerra secreta. Los archivos prohibidos de la prensa y el poder. Debate, México, 2007.

– Jacobo Zabludovsky, “Cambiar régimen en urnas, la única salida: AMLO”. El Universal, 28 de abril de 2015.

2 comentarios en “Jacobo Zabludovsky, fama y figura

  1. Mesurada opinión que aprecio por su objetividad y datos precisos. Hablar de Jacobo no es fácil y sí muy atrevido. Hacerlo dejando a un lado la pasión y el ataque es, sin duda, propio de una persona informada a la que felicitamos.

  2. Buen intento por rescatar a un periodista de la calaña de Zabludovsky, pero en este caso se está o no embarazada, no se está a medias, el artículo responde también a la opinión tibia, que quiere ser mesurada de su autor, que por demás no toma partido, pensando en la objetividad, pero en su trayectoria periodística y este artículo lo vuelve a confirmar es sumamente tendencioso. ¿ Cual es la finalidad de rescatar a este instrumento de los regímenes en turno. Y de darle cierto romanticismo de la mas espantosa telenovela a su ruin trayectoria en televisa? Este señor obrero de los Azcárraga es complice de la frase del tigre » La televisión es para jodidos»

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