Jesús Blancornelas

Apenas en mayo pasado, cuando recibió la distinción especial que le otorgó el Premio Nacional de Periodismo, lo escuchamos reivindicar el oficio a menudo ingrato de los reporteros en provincia. Nadie ha tenido, como él, la autoridad profesional y moral con que exigía una acción del Estado más firme en contra de los asesinos de informadores. El mismo, en 1997, había sufrido un atentado en el cual fue herido de gravedad. Sus frecuentes denuncias contra el narcotráfico lo hicieron blanco de sicarios que por fortuna no lo acallaron pero que le cambiaron la vida. Jesús Blancornelas tuvo que vivir sus últimos años acompañado de una severa escolta militar que no lo descuidaba un solo instante. Y en los meses recientes, fue minado por una enfermedad terminal que tuvo su desenlace este 23 de noviembre cuando murió en Tijuana a los 70 años.
Aquel premio especial era uno más de los reconocimientos que recibía Blancornelas, que pocas semanas antes había dejado la dirección del semanario Zeta. En el jurado que le propuso recibir aquel Premio no hubo una sola vacilación cuando alguien propuso el nombre de ese admirado y respetado periodista.

Ese 3 de mayo, al recibir el premio, Blancornelas dijo entre otras cosas lo siguiente:
«Hoy los periodistas, especialmente de la frontera norte, se mueven en un ambiente de incertidumbre. Hay ciudades donde caminan como si lo hicieran sobre campos minados. Otros compañeros viven diariamente la vigilia de la tragedia. Se ha llegado al triste punto de mejor no escribir sobre narcotráfico, temiendo ser víctimas de la mafia. Debemos ser solidarios con ellos. Viven momentos difíciles.
«Desgraciadamente en México, la solidaridad entre periodistas es superada por el interés de informar. Nos gana el celo nacido en los logotipos. La competencia nos vuelve indiferentes. La víctima no es motivo de solidaridad. Solamente y a veces en su tierra. La víctima es más motivo de noticias».

Hoy Blancornelas es noticia. Su tayectoria y valentía forman parte de la historia de los medios de comunicación en México.
Hace nueve años, el 28 de noviembre de 1997, cuando el atentado con el que quisieron matar a don Jesús, publiqué en La Crónica el siguiente texto.

Jesús Blancornelas es un periodista peculiar. Se sabe de su afición para establecer distancia respecto del poder, con el cual sin embargo no cultiva rupturas. Ha levantado y publicado terribles denuncias y se ha considerado perseguido. Hace nueve años y medio fue asesinado su principal colaborador, Héctor Félix Miranda. Ayer en Tijuana, a Blancornelas lo tirotearon. Un ayudante suyo y uno de los agresores quedaron muertos, luego de una nutrida balacera. Blancornelas recibió varios impactos.
J. Jesús Blancornelas tiene más de cuatro décadas haciendo periodismo. Dicen que comenzó como reportero deportivo en San Luis Potosí, aunque se le conoció nacionalmente cuando, en los años setenta dirigía, ya en Tijuana, el diario ABC. Las críticas fortísimas e incluso a veces destempladas que dirigía al entonces gobernador Roberto De la Madrid, tenían tan incómoda a la clase política local que para expulsar a Blancornelas, la CTM bajacaliforniana organizó un sindicato distinto del que ya existía en ese diario. Con un solo trabajador afiliado al gremio cetemista, se inició una huelga que sólo concluiría cuando los dueños de ABC prescindieron de aquel director.
Anticipándose a cualquier otra vicisitud abecedárica, Blancornelas bautizó con la última letra del alfabeto al semanario que apareció el 11 de abril de 1980. Con un estilo agresivo y respondón, quizá con más adjetivación que investigación y apoyado en publicidad de tiendas de San Diego, Zeta se convirtió en referencia indispensable en la vida pública de Baja California. Sus críticas a los políticos locales, sobre todo priistas aunque no únicamente de ese partido, calaron en una sociedad que ya experimentaba una rauda renovación. Entre los espacios más leídos en el semanario estaba la columna “Un poco de algo”, del sinaloense –tiempo atrás avecinado en Tijuana, ciudad de paso que se ha vuelto crisol de paisanajes– Héctor Félix Miranda.
“El Gato” Félix era co-director de Zeta pero su enjundia y agresividad las concentraba en su columna. Se vuelve interlocutor lo mismo de gobernantes y políticos locales que de negociantes de los más diversos giros, incluso algunos poco recomendables o dañinos para la salud. Aunque durante algún tiempo mantiene amistad con el poderoso Carlos Hank Rohn, dueño del hipódromo local y de muchos otros negocios, Félix comienza a criticarlo con notoria aspereza.
En marzo de 1987, el edificio de Zeta es balaceado y Blancornelas atribuye el atentado a “algún resentido”. Un año después, el 20 de abril de 1988, Héctor Félix es emboscado y asesinado cuando conducía su Ford LTD modelo 1980. Un guardaespaldas de Hank Rohn y un ex agente judicial, fueron encarcelados por el crimen. Sin embargo, Blancornelas y su periódico han sostenido que el autor intelectual fue ese empresario.
Cada semana desde entonces, Zeta publica una plana entera de fondo negro y en donde, con la firma de Héctor Félix Miranda, se repite la misma pregunta: “Hank: ¿por qué me asesinaron dos de tus guaruras?”. Blancornelas asegura que, hace unos ocho años, un enviado de Carlos Hank González, padre del empresario a quien él acusa de la muerte de su amigo, intentó sobornarlo para que dejara de insistir en esa versión.
El periodismo de “El Gato” Félix no era de los más defendibles. Quizá tampoco lo sea el de Blancornelas. De hecho, a Félix Miranda se le atribuye haber discurrido la frase “Haga patria, mate a un chilango”. Pero una cosa son los cuestionamientos ordinarios en ejercicio incluso exagerado de la libertad de prensa y otra, las represalias criminales.
Tijuana se ha vuelto un hervidero delincuencial, debido a los abusos y rencillas del narcotráfico. Quizá entre esos intereses sería preciso buscar a los culpables del atentado de ayer contra Blancornelas y, acaso también, los orígenes del crimen de Héctor Félix. Allí mismo, no hay que olvidarlo, mataron a Luis Donaldo Colosio.
Precisamente, en la indagación del asesinato de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, se aprecia la heterodoxia de Blancornelas, un periodista que no atiende más que a sus convicciones. En medio de un clima que, mezcla de linchamiento catártico y estupefacción crispadora atribuyó la muerte de Colosio a una conspiración del poder político, Blancornelas mentuvo un diagnóstico impopular: Mario Aburto actuó sólo, considera el director de Zeta, que ha sido el único periodista que ha logrado entrevistar, en Almoloya, al asesino confeso del ex candidato presidencial del PRI.
Blancornelas ha hecho de Zeta un espacio en el que se reconoce buena parte de la sociedad bajacaliforniana. Sus denuncias de las pandillas del narcotráfico, han sido aplaudidas por su valentía. Ayer fue emboscado, a una calle de su periódico. Es un desafío que no sólo toca a la sociedad y el gobierno de Baja California. Por la presencia pública de ese periodista, la emboscada trató de golpear más lejos. Con esa relevancia hay que reconocer como urgente el esclarecimiento y el castigo del atentado contra Jesús Blancornelas, a quien sus compañeros en Zeta y sus lectores en todo el país, aguardan para que siga dirigiendo ese semanario aguerrido y singular.
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Una ley para Televisa / Crónica de una regresión política

Los 81 senadores que votaron a favor de la Ley Televisa no tenían razones, sino conveniencias. Aquella noche del 30 de marzo de 2006 resistieron, sin arriesgar una sola réplica, durante 13 horas de persistentes argumentos por parte de los legisladores que se oponían a esas modificaciones. Durante los cuatro meses anteriores se había desarrollado un tenso y amplio debate en donde quedó claro que las reformas a las leyes de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión aprobadas inicialmente en la Cámara de Diputados beneficiaban, de manera ostensible, a las empresas televisoras que ya disponían de concesiones para difundir por ese medio.

Por eso se le denominó Ley Televisa. Aquella reforma no favoreció solamente a esa empresa. Pero el interés que invirtió para diseñar, cabildear y finalmente extorsionar a un significativo segmento de la clase política mexicana con el propósito de que esa reforma fuese aprobada, hacía más que apropiado llamarle de esa manera.

Así comienza el texto que forma parte del cuaderno «Perspectivas progresistas» que ha publicado la representación en México de la Fundación Friedrich Ebert con el tema Ley de medios: poder sin contrapesos. Presentados por Juergen Moritz, de la mencionada Fundación, allí aparecen textos de Aleida Calleja, Denise Dresser. Damián Loreti y el autor de este blog. El cuaderno se distribuye encartado en la edición de noviembre de 2006 de la revista Zócalo. En la siguiente liga se puede descargar el archivo con la versión digitalizada de ese cuaderno.

 

perspectivas-progresistas-sobre-ley-televisa.pdf