Los noticieros son noticia

La Crónica de Hoy, 2 de abril de 2000

La crisis en los noticieros de Televisa parece parte de una trama de Lewis Carroll. No hay explicaciones, sino sinrazones. No se conocen motivos sólidos, sino ambiciones y desquites personales. La empresa de comunicación más grande de México no es capaz de satisfacer internamente las aspiraciones de sus profesionales más destacados. La improvisación y los cambios súbitos confirman que allí no existe un proyecto de información sólido, ni estable. La inversión de muchos años en la formación y promoción de comunicadores, se desfonda en un par de días. Y el público, que presuntamente le da sentido al trabajo de Televisa y sus empleados, es el enorme ausente en esta comedia que de pronto se volvió escándalo mediático: varios de sus protagonistas y la empresa misma, se guardan los motivos reales de sus decisiones.

 

Jacobo Zabludovsky: renuncia solidaria

   La posición más clara, ha sido la de Jacobo Zabludovsky. La suya, también, es la renuncia más llamativa y costosa para Televisa. El creador de 24 Horas y del sistema Eco ya no tenía en esa empresa un papel tan activo como antaño en la decisión de los asuntos cotidianos, pero su presencia allí era a la vez respaldo moral y garantía de profesionalismo que eran aprovechados en los momentos más álgidos.

   Después de haber clausurado la fase de 27 años y 4 meses que duró 24 Horas, el lunes 19 de enero de 1998, se pensaba que Zabludovsky no regresaría al diarismo electrónico. Pero cuando resolvió el problema de salud que fue la causa principal para su salida de la pantalla del canal 2, Televisa le abrió un espacio modesto, realmente muy menor para la trayectoria de ese periodista.

   En pocos meses, el modesto noticiero que inauguró a las 9 de la noche en un canal de Cablevisión se colocó entre los más vistos, especialmente por los televidentes que buscan opciones menos anodinas. La encuesta de consumo cultural del diario Reforma, encontró a mediados de enero que el noticiero de Jacobo Zabludovsky, era el favorito del 2% de los espectadores de programas de ese tipo en la ciudad de México. El porcentaje no es despreciable si se considera que ese noticiero solo podía ser visto por suscriptores de cable y que el noticiero de su hijo Abraham, en el llamado canal de las estrellas, fue mencionado por el 3% de los encuestados.

   El jueves por la noche, Zabludovsky ya no apareció en ese noticiero. El conductor que lo sustituyó dijo que al día siguiente estaría allí pero cuatro horas antes el veterano periodista, que nació en La Merced hace 72 años, había renunciado.

   Las razones que manifiesta para esa drástica medida, son personales. A José Gutiérrez Vivó, por la mañana del viernes, le dijo que renunció a Televisa en solidaridad con su hijo Abraham cuya dimisión, a su vez, «tiene que ver con que no haya sido el titular del Noticiero de la noche, pero mi renuncia no depende de las razones de él. Sí puede que yo esté de acuerdo o no esté con las razones de él, pero yo renuncio en solidaridad con su decisión».

 

Abraham Zabludovsky, sentido periodístico

   Abraham Zabludovsky, como ya es ampliamente sabido, quería estar a cargo del principal noticiero de Televisa, el de las 22.30 en el canal 2: el espacio informativo más importante de la televisión mexicana. Ahora existen varias opciones informativas para los espectadores de ese medio, pero ninguna alcanza la audiencia nacional, ni la importancia política, que sigue teniendo el noticiero ubicado en el espacio que Jacobo Zabludovsky ocupó durante casi tres décadas. Cuando él cerró el ciclo de 24 Horas sin duda pudo haber esperado que lo sustituyera Abraham Zabludovsky. Es su hijo. Pero además presenció el desarrollo de su carrera durante muchos años, dentro y fuera del país.

   Abraham Zabludovsky, por cercanía y herencia pero también gracias a un trabajo sistemático, ha llegado a ser un profesional con habilidad televisiva y sentido informativo. Se le pueden criticar actitudes y posiciones políticas, igual que a su padre, pero es difícil regatearle –como a don Jacobo–  calidad profesional.

   Por eso era natural que hace dos años con tres meses, se le considerase para ocupar el sitio estelar de los noticieros de Televisa. Así lo reconoció el beneficiario final de esa decisión, Guillermo Ortega Ruiz, al recordar cómo se resolvió que él sustituiría a Jacobo Zabludovsky:

   «Don Emilio (Azcárraga Milmo, que falleció el 16 de abril de 1997) se sintió satisfecho de mi trabajo y me nombró director de Información.

   «Eso me sube a la posibilidad de estar en una terna para la sucesión de Jacobo. Abraham como un sucesor natural. Ricardo Rocha, que había cubierto la campaña de De la Madrid, eso lo había colocado en el ánimo de don Emilio… puedes discutirle a Rocha muchas cosas, menos su talento. Y yo… que empecé a estar.

   «Las circunstancias eran más propicias para que se quedara alguien como yo. Jacobo terminó desgastado. La continuidad del apellido era negativa para Televisa. Rocha le había ocasionado a la empresa descalabros con unas situaciones que yo creo que se manejaron mal. Sí, Aguas Blancas. Pero es mi punto de vista personal».

 

El Noticiero, escándalo y temas sociales

   Eso le contó Guillermo Ortega, en enero pasado, a Katia D’Artigues para la revista Milenio Semanal (31 de enero de 2000). En esas fechas cumplía dos años de estar a cargo del noticiero de las 10 y media de la noche. No había indicios de que esa responsabilidad fuese a terminar pronto. Comenzaba un año previsiblemente intenso y a dos años de tener esa responsabilidad la posición de Ortega parecía segura.

   En esos dos años, El Noticiero de las 22.30 tuvo pocos cambios de fondo en comparación con 24 Horas. Hubo mayor apertura política, pero esa no era exclusiva del espacio a cargo de Ortega sino de todos los espacios informativos de Televisa –lo mismo ha ocurrido en Televisión Azteca–. Esa apertura no comenzó ahora. Ni siquiera en las elecciones de hace tres años, como a veces se cree. Por lo menos desde 1994, los noticieros de la televisión mexicana emprendieron un drástico viraje respecto de la unilateralidad pro-priista que habían manifestado durante varias décadas.

   El Noticiero de Ortega entró a la disputa por el rating inundando las pantallas de sensacionalismo e incluso de nota roja, un género que la televisión mexicana tradicionalmente ha empleado con sumo cuidado. Cadáveres, heridos ensangrentados y escenas de llanto y sufrimiento aparecieron durante varios meses, mientras el noticiero rival, en Azteca, empleaba el mismo recurso efectista y finalmente hueco.

   Pronto, las empresas televisoras encontraron que el sensacionalismo en la cobertura de asuntos criminales no le gustaba al público. Además, el gobierno presionó para que los noticieros moderasen la transmisión de esos contenidos. Así que el informativo de Ortega incursionó en otros géneros. El más empleado, además de las breves notas sobre los asuntos del día, fue el reportaje sobre asuntos sociales.

 

Ortega: «La silla es tuya mientras estés»

   Las penurias de los indios en la Tarahumara, los abusos que sufren los trabajadores que cruzan la frontera hacia Estados Unidos, tropelías de inspectores en carreteras, entre otros, fueron temas que El Noticiero nocturno abordó de manera más o menos sistemática. Allí había cierta novedad, sobre todo en la intención para identificar problemas sociales que no siempre son mencionados en los medios.

   Sin embargo era difícil insertar esos reportajes, ceñidos a las fatales limitaciones de tiempo, en medio de un noticiero cuyo esquema fundamental no había variado. El reporte de los asuntos diarios siguió siendo presentado en estilo rutinario. Las declaraciones –los dichos– solían apabullar a los hechos, igual que sucede en todos los telenoticiarios y en general, en prácticamente todos los medios informativos mexicanos. No se ofrecía el contexto de los acontecimientos sino solamente sus expresiones más coyunturales y epidérmicas. Mucho menos, había análisis de tales sucesos. En vez de pocos asuntos mostrados en profundidad, se mantuvo la retahíla de 20 o 30 temas, breves y apresurados, que suele nutrir a los noticieros de nuestro país.

   Ese esquema no era definido por Ortega, o no solamente por él. Con todo y limitaciones y en ausencia de una auténtica competencia capaz de ofrecer una opción informativa de distinta calidad, El Noticiero era exitoso.

   Por eso, en aquella entrevista publicada hace dos meses, Ortega Ruiz recordaba con tranquilidad por qué había sido a él a quien Televisa designó para ese espacio noticioso:

   «De alguna manera yo representaba la línea institucional y la juventud. No estaba peleado con el sistema ni con la oposición ni con los personajes de dentro. Tenía el visto bueno de Jacobo y el impulso y la aprobación del señor Azcárraga. El roce con el poder político que me había dado la cercanía con él. No hubo impugnaciones. Ni de adentro ni de afuera.

   «Han pasado dos años. Los he vivido intensamente, me cambió la vida de manera radical. ¡Ve las canas que me han salido!».

   Pero canas y todo, Ortega se sentía seguro en esa importantísima posición. Por eso le dijo a la periodista D’Artigues:

   «Creo que soy parte de un equipo de transición, que puede durar de seis a diez años… no sé. La silla la ocupas y es tuya mientras estés. Hay que entender que llegará un momento de pararte e irte… no hay que soñar con eternizarse en estos puestos».

 

Simulacro infantil y disgusto del PRI

   Pero un fueron seis años. Ni siquiera otros dos años, sino dos semanas las que transcurrieron para que estuviera en cuestión la permanencia de Ortega en El Noticiero. El lunes 14 de febrero, sin previo aviso, no apareció en las pantallas. Toda la semana, fue sustituido por Abraham Zabludovsky.

   La falta de explicaciones por la ausencia de Ortega, acicateó las versiones sobre su posible salida de Televisa. Se dijo que había sido suspendido en castigo por haber transmitido, el viernes 11 de febrero, la información sobre un simulacro de votaciones que hicieron los alumnos de una escuela en la ciudad de México y en el cual ganó el candidato presidencial del PAN. 

   Ese asunto era tan baladí, que costaba trabajo creer que a eso se debía la sanción que Televisa le impuso a Ortega. Poco después se publicó que aquella noche del 11 de febrero, en una fiesta por el cumpleaños de Joaquín López Dóriga, varios funcionarios del gobierno federal y del PRI le habían reclamado a Ortega la inclusión de esa nota. Fastidiado por tales reproches, Ortega habría tomado el teléfono celular para que se las expresaran de viva voz a uno de los principales directivos de Televisa.

   También se dijo que a Ortega lo habían sancionado por estar en tratos con otra empresa de medios. Y en Televisa se ha comentado, además, que el castigo se debía a sus declaraciones a la revista Milenio.

   Cualquiera de esos motivos, parece demasiado intrascendente para que Televisa sancionara al más importante de sus comunicadores. Pero esas versiones –sobre todo el aparente disgusto por mencionar el fracaso del PRI en unas elecciones infantiles y el episodio de la llamada telefónica– han sido tan mencionadas sin haber sido desmentidas, que de ser ciertas, revelarían la fragilidad interna en esa empresa.

 

Autoritario estilo, sin relevo eficaz

   Durante largo tiempo, la estructura interna y las decisiones principales en Televisa dependieron de la conducta autoritaria, a menudo grosera y despótica, de Emilio Azcárraga Milmo. Son tristemente legendarios los desplantes de ordinariez y los abusos que ese personaje perpetraba contra sus empleados, junto con un discrecional y veleidoso paternalismo. La reciente y biografía de Claudia Fernández y Andrew Paxman, «El Tigre. Emilio Azcárraga» (Grijalbo, 2000) documenta muy ampliamente esa personalidad, que se convirtió en parte del perfil de Televisa.

   La muerte de Azcárraga hace tres años coincidió con la necesidad de Televisa para renovarse, no sólo generacionalmente sino también en sus prácticas internas. La competitividad de otros medios, sus alianzas internacionales, la nueva complejidad de sus finanzas que ahora incluyen importantes colocaciones en las bolsas de valores, la necesidad de racionalizar gastos y la ausencia misma de «El Tigre», obligaron a Televisa a buscar una estructura corporativa que realmente funcionase, con zonas y rangos de decisión previamente acordados. Azcárraga Milmo ya no estaba para, con su autoritario estilo, resolverlo todo en Televisa.

   La nueva estructura ha estado presidida por su heredero, Emilio Azcárraga Jean, pero no es tan funcional como aspiraban quienes la diseñaron. Las decisiones principales en ese consorcio se toman en un pequeño círculo, con dos o tres allegados suyos que rodean a Azcárraga Jean.

   No son claros, ni siquiera para los empleados de Televisa, los parámetros políticos, corporativos y/o profesionales con los que esa empresa se conduce actualmente. En ausencia de esas indispensables pautas, la discrecionalidad, las decisiones casuísticas y las contradicciones internas, orientan el funcionamiento de Televisa.

  

Ni antipriismo, ni indisciplina política

   Solamente en ese contexto, podría entenderse cómo uno o dos episodios baladíes hubieran determinado la separación de Guillermo Ortega. También se ha comentado que ese periodista, pudo haber renunciado en desacuerdo con nuevas condiciones que los mandos de Televisa podrían haber querido establecer en su política informativa.

   Sin duda, el gobierno y el PRI –y desde luego, por su parte cada uno de los partidos políticos– presionan a Televisa, igual que a todos los medios relevantes, para que los favorezcan en la jerarquización y el espacio de sus agendas noticiosas. Pero sería descabellado que a estas alturas de la liberalización que ha ocurrido en el contenido de sus noticieros, Televisa retrocediera a las no tan lejanas épocas en las que sus directivos, se consideraban soldados del PRI –y actuaban en consecuencia–.

   El miércoles pasado, cuando después de varias semanas de versiones incompletas se confirmó la renuncia de Guillermo Ortega, Televisa anunció la incorporación de varios destacados escritores y analistas a un nuevo espacio de comentarios políticos dentro de sus noticieros. Si Ortega dimitió por presiones que habría considerado inaceptables, Televisa estaría buscando crear una impresión distinta con participaciones como las que tendrán esos comentaristas.

   Además la cobertura política de El Noticiero de las 22.30, igual que en el resto de los informativos de Televisa, no ha sido especialmente distinta a la de otras empresas y espacios de comunicación, ni peculiarmente crítica al PRI. El monitoreo del IFE encontró que entre el 19 de enero y el 12 de febrero (precisamente en las fechas en que Ortega aún no era sancionado en Televisa) El Noticiero nocturno había asignado el 29.4% de su información electoral a la campaña de Vicente Fox, el 33.6% a la campaña de Francisco Labastida y el 23.6% a la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas. Esos porcentajes son casi idénticos a los que, en promedio, tuvieron los espacios para esos candidatos en el conjunto de los noticieros de la televisión de alcance nacional: 29% para Fox, 31.1% a Labastida y 24.2% para Cárdenas.

   Así que El Noticiero de Ortega no era, ni remotamente, antipriista. En varias ocasiones, igual que otros espacios informativos en Televisa y otras empresas, ese programa ocultó información perjudicial para la campaña presidencial del PRI (destacadamente, la grosera calificación que Labastida tuvo para quienes hacen con los dedos la «V» victoriosa que Fox ha convertido en parte de su imagen, o la gratuita acusación que profirió contra Manuel Camacho en relación con el asesinato de Luis Donaldo Colosio).

 

De la obediencia, al sol y la tristeza ajena

   Por los motivos que fuesen, los cuales lamentablemente siguen difusos, la renuncia de Ortega conmovió los intereses de varios de sus colegas que deseaban sustituirlo.

   Pedro Ferriz de Con, cuya empresa Imagen está parcialmente asociada a Televisa, creyó que cumpliría su sueño de conducir el principal noticiero mexicano. Pero Azcárraga Jean no aceptó.

   Joaquín López Dóriga dijo en público y en privado que no quería esa oportunidad –que el año pasado cumplió con notable profesionalismo cuando sustituyó por varios días a Ortega Ruiz, que se había ido de vacaciones– y que prefería seguir al frente del noticiario matutino, en donde consiguió quitarle rating a los muy escuchados programas radiofónicos de ese género. Finalmente, pasará de las mañanas, al codiciado espacio nocturno.

   Abraham Zabludovsky se consideró con atributos y derecho para suceder a Ortega. En febrero, cuando lo reemplazó por una semana, había dicho que simplemente le ordenaron que ocupara ese sitio durante cinco días. «Y en esta casa yo estoy para obedecer», dijo el hijo de don Jacobo.

   Ahora, no quiso seguir obedeciendo. «No estoy dispuesto a ser el eterno suplente de Joaquín López Dóriga. Pero no hay que hacer tanto escándalo, no pasa nada, y seguiremos adelante», le dijo a Roberto Rondero, de El Universal. En su noticiero vespertino en Radio Trece, Abraham Zabludovsky negó que hubiera acordado su separación de Televisa con Azcárraga Jean. Simplemente renunció, en desacuerdo con la designación de López Dóriga. «Ánimo Sancho, aún hay sol en las bardas», dijo recordando al Quijote.

   A esa hora en otra estación, en Radio Fórmula, José Cárdenas decía: «los noticieros son noticia». Y vaya que lo son. También lo son la falta de explicaciones claras sobre los cambios y las dimisiones en Televisa.

   La renuncia de Abraham Zabludovsky provocó la de su padre. Es en solidaridad, asegura. Pero coincide con los motivos del hijo. Abraham tenía 30 años en Televisa, «sin irse nunca para luego regresar», presente en las buenas y en las malas, le dijo Jacobo Zabludovsky a Alfredo Navarrete, de Excélsior, reivindicando el compromiso profesional en una empresa que no parece apreciar a sus profesionales.

   Es imposible dejar de recordar que López Dóriga, cuya carrera en el periodismo electrónico comenzó al lado de Jacobo Zabludovsky, dejó Televisa a fines de los años setenta para irse a Imevisión. Dos décadas más tarde, regresó a Chapultepec 18.

   Ahora López Dóriga tendrá que incorporar, en el rígido formato del noticiero nocturno, la versatilidad que elevó rápidamente la audiencia del espacio que tenía en las mañanas. Y nunca como ahora será examinada la apertura política, o la ausencia de ella, en ese noticiero. Habrá que ver.

   «¿Cuál tristeza? –respondió antier Abraham Zabludovsky a El Universal–. La tristeza es de ellos».

Correo electrónico: rtrejo@mpsnet.com.mx

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