El magisterio de Granados Chapa

Publicado en Zócalo, septiembre de 2007

El aniversario de un espacio periodístico suele pasar inadvertido, incluso para sus lectores. Por eso, entre otras circunstancias, fue prácticamente insólita la coincidencia de periodistas de muy distintas adscripciones profesionales, así como de lectores emplazados en las más variadas perspectivas políticas, para festejar las tres primeras décadas de Plaza Pública, la columna de Miguel Ángel Granados Chapa.

   El 13 de julio de 1977 las páginas de Cine Mundial, dirigido por Luis Javier Solana, acogieron la primera entrega de la que hoy en día es, sin duda, la más importante de las columnas políticas en México. En aquellos años la columna Red Privada, de Manuel Buendía, estaba ganando espacio para un ejercicio más analítico en ese tipo de espacios periodísticos. Durante varias décadas, en una costumbre que persistiría casi hasta finalizar el siglo, las columnas en los diarios eran fundamentalmente espacios de notas breves, muchas de ellas tomadas de los boletines de las oficinas de prensa y algunas otras con informaciones real o presuntamente reservadas.

   El valor fundamental de aquellas columnas era la indiscreción anónima, por lo general intencionada, de alguna fuente vinculada con el poder político. Tales columnas hacían las veces de ojos de las cerraduras de la política palaciega a las cuales, de cuando en cuando, los lectores tenían el supuesto privilegio de asomarse gracias a la confidencia que difundían los autores de esos espacios periodísticos. A menudo esas columnas también eran instrumentos de interlocución entre distintos segmentos de la clase política que se enviaban recados –a veces con la forma de supuestos anticipos, en otras incluso mediante habladurías o incluso calumnias–. Esas columnas y sus autores llegaban a ser, de tal forma, correveidiles de personajes del poder político.

   Manuel Buendía fue de los primeros en romper con ese estilo, tan congruentemente sintonizado con el periodismo que se ejercía en aquellos años. Junto a las revelaciones que obtenía gracias a su epidérmica habilidad reporteril, Buendía incorporaba juicios y críticas que hacían de Red Privada un espacio de discusión más allá de la información que ofrecía. Cuando el director de Cine Mundial y el creador de Plaza Pública convinieron en publicar la nueva columna tenían como modelo el periodismo que publicaba Buendía a cuya trayectoria, por lo demás, no era ajeno Granados Chapa.

 

“Soy un liberal de izquierda”

   Miguel Ángel Granados Chapa se inició como periodista profesional en Crucero, semanario fundado por Manuel Buendía en 1964. El entonces novel reportero, que tenía 22 años, había estudiado simultáneamente las licenciaturas en Derecho y Periodismo en la Universidad Nacional. Luego se encargó de la redacción en la agencia Informac creada por su antiguo profesor Fernando Solana y en 1966 comenzó a trabajar en Excélsior, de donde saldría una década más tarde con el grupo encabezado por Julio Scherer.

   En el entonces llamado Periódico de la Vida Nacional, Granados Chapa transitó de la secretaría de redacción a tareas cada vez más relacionadas con la política editorial. Sus artículos, que llegaron a aparecer varias veces por semana, eran paradigmas de precisión tanto en el análisis como en la escritura. En esa práctica se va depurando el estilo pero sobre todo la vocación política de Granados Chapa quien dos décadas más tarde se ubicaba a sí mismo “en el centro izquierda, soy un liberal de izquierda, liberal en el sentido decimonónico, es decir, alguien que busca el respeto a la persona, la tolerancia y a la expresión de las ideas en una sociedad” (Rosa María Valles, La legitimación social de la opinión periodística, tesis de maestría, UNAM, 1997).

   En buena medida, la renovación que Excélsior experimentó hacia la mitad de los años setenta en el terreno del análisis se debió a la mano de Granados Chapa, quien llegó a ejercer la tarea de subdirector editorial. Aquellos eran, no hay que olvidarlo, tiempos de incesante tensión política: aunque se manifestaba por la apertura, el gobierno de Echeverría persistía en influir sobre los escasos medios en donde se expresaban posiciones críticas y para superar tales apremios el periodismo de opinión a menudo tenía que acudir a la metáfora elegante, al cuestionamiento oblicuo o a la ironía. Excélsior no era un diario de oposición, pero el hecho de que allí aparecieran enfoques distintos de los oficiales lo distinguió del marasmo que dominaba en la prensa mexicana de aquellas épocas.

   Cuando salió de Excélsior, Granados Chapa se incorporó con notorio compromiso en la creación del semanario Proceso en donde ocupó dos cargos fundamentales aunque finalmente contradictorios: durante los primeros seis meses de la revista fue director-gerente hasta que, hacia mayo de 1977, se alejó de ella. Fue entonces cuando inició la aventura de publicar una columna diaria, con la que se encuentra embarcado hasta la fecha.

   Las numerosas tareas que ha cumplido desde entonces, sin dejar de escribir la columna, dan cuenta de la vitalidad personal pero además del horizonte amplio que anima a Granados Chapa. Tuvo un desempeño fructífero en medios oficiales cuando en 1977 coordinó  los noticieros de Canal Once y entre 1977 y 1980 dirigió Radio Educación. Fue subdirector en los diarios más innovadores en aquellos años: unomásuno entre 1982 y 1983 y La Jornada de 1984 a 1988, diario este último de cuya dirección también estuvo a cargo entre 1988 y 1990.

   Las inquietudes editoriales de Granados Chapa lo han llevado a fundar publicaciones como la revista Mira, que daba preferencia a la imagen fotográfica y que dirigió de 1990 a 1994, cuando dejó esa labor para ser consejero en el IFE. En 1997 creó Hoja por hoja, el suplemento mensual de libros que se distribuye encartado en varios diarios con un tiraje superior al de la mayoría de las revistas no frívolas que se publican en el país. En 1994 fue designado consejero en el Instituto Federal Electoral, cargo que desempeñó por dos años y medio y que solamente aceptó cuando los representantes de los partidos políticos le dieron garantías de que no había incompatibilidad legal entre esa responsabilidad y seguir escribiendo su columna periodística.

 

Explicar los hechos políticos

   La de Granados Chapa ha sido, desde que comenzó, una columna atenta a las novedades de la vida pública pero escudriñando sus contextos. Se nutre de la prensa, pero también en la investigación bibliográfica y desde luego en las indagaciones y el conocimiento personales de su autor. A diferencia de la que singularizaba al viejo periodismo, la columna que escribe Granados Chapa no busca aplaudir ni propagandizar sino explicar y discutir.

   Ese ejercicio, admitió alguna vez Granados Chapa al explicar el sentido que busca para su columna, significa un riesgo permanente: “El columnista está más, por decirlo así, entre las patas de los caballos, está menos a salvo que el articulista de entrar en las complicaciones de la política real. El articulista tiene una mayor distancia respecto de los hechos concretísimos de las personas, de los actores que la que pueda tener el columnista. Esto ofrece toda clase de riesgos, de todo género. Las inducciones, en las que uno puede caer sin advertirlo respecto de ciertas posiciones, es decir, que le hagan a uno expresar opiniones interesadas por los informes que le transmiten a uno las personas con las que habla y por lo tanto, termina uno sirviendo a intereses a los que no quería servir, si no se tiene capacidad de advertirlo. La creación de enemistades muy concretas; el riesgo de halago, también muy concreto, de los funcionarios. Es un camino riesgoso pero que también por eso significa un desafío. Y significó, por otro lado, la oportunidad de contribuir, en la medida que esto ocurra, a la explicación de los hechos políticos nacionales, con un propósito político que es un propósito de democratización. La columna política creo que puede servir muy específicamente a propósitos políticos y periodísticos. En este caso, la búsqueda de las claves que permitan saber que el fenómeno político no es algo reservado a los iniciados, que no es algo ajeno al público en general, sino que el público puede comprender y en lo que debe participar” (entrevista con Otto Granados Roldán publicada inicialmente en 1981 y reproducida en el libro de Miguel Ángel Granados Chapa Comunicación y política. Océano, 1986).

   Granados Chapa ha vivido y eludido los riesgos que señala y contribuye a la desacralización de un quehacer político que, por lo demás, a menudo resulta distante de los requerimientos de la sociedad.

   Plaza Pública se publicó en Cine Mundial entre julio de 1977 y septiembre de 1979. “En ese momento –relató el propio Granados Chapa cuando esa columna cumplió 20 años– Luis Javier Solana, que manejaba el periódico, fue nombrado por López Portillo director de Comunicación Social de la Presidencia. Al autor de esta columna le pareció inconveniente escribir para el diario de quien en ese momento se convertía en vocero del gobierno federal (aunque Solana mantuvo netamente la distinción entre ambas funciones) y aceptó la invitación de Manuel Becerra Acosta para, su antiguo compañero de tareas en Excélsior, para incorporar la columna a las páginas de Unomásuno, nacido en noviembre de 1977” (“Veinte años”. Reforma, 13 de julio de 1997).

 

Fuerza de la columna sindicada

   La renuncia de Granados Chapa y otros directivos de unomásuno lo dejó, en noviembre de 1983, sin espacio en la prensa de la ciudad de México. Para entonces, Plaza Pública aparecía cotidianamente en varias docenas de periódicos en todo el país, distribuida por la Agencia Mexicana de Información. La sindicación de los textos periodísticos se convirtió, durante aquellos años y hasta comienzos del nuevo siglo, en recurso tanto para propagar con notable amplitud el trabajo de algunos de los periodistas más destacados como para conferirles una autonomía adicional.

   Un columnista cuyos textos aparecen en varios diarios en el país deja de tener la dependencia estrecha que, de otra manera, puede experimentar respecto del periódico para el que trabaja en la ciudad de México. En 1983, cuando salió de unomásuno, Granados Chapa pudo seguir escribiendo su columna para los numerosos diarios que ya la reproducían en los estados. Hoy en día las posibilidades de la sindicación han declinado ante el predominio de agencias de contenidos informativos que tienen como ancla a algún diario de la ciudad de México y cuyos servicios son contratados en paquete por los cada vez más escasos periódicos de los estados que no forman parte de alguna cadena periodística nacional.

   Aunque no era en un diario, durante varios meses Plaza Pública se publicó en el semanario Punto que, dirigido por Benjamín Wong, alojó con singular generosidad a los periodistas exiliados de unomásuno. La aparición en septiembre de 1984 de La Jornada, dirigida por Carlos Payán, le dio un nuevo hogar a la columna. Allí estuvo hasta que, casi ocho años después, los desacuerdos que tenía con la conducción del periódico llevaron a Granados Chapa a salir de La Jornada. Disfrutó durante 15 meses, a partir de agosto de 1992, la hospitalidad de El Financiero. Y desde noviembre de 1993 se publica en Reforma y el resto de los diarios del grupo periodístico que encabeza Alejandro Junco de la Vega.

 

Política, aulas, radio, libros

   La estabilidad profesional y editorial que encontró en Grupo Reforma –en donde Plaza Pública ha transcurrido casi 14 de sus 30 años– le han permitido a Granados Chapa afianzar la respetabilidad y la influencia que construyó en el no siempre sosegado paso de un periódico a otro. Aunque es evidente que sus puntos de vista no siempre coinciden con las posiciones de Reforma, la columna ha mantenido un sitio emblemático tanto en las páginas del diario como en el ánimo de sus lectores.

   Igual que las de ese periódico, o las de cualquier otro, las opiniones de Miguel Ángel Granados Chapa son discutibles –a veces, sobremanera–. Se puede discrepar con ellas pero siempre es innegable la claridad de los juicios que las sustentan y que forman parte tanto del talante personal como de la fama pública de su autor. En 1998, cuando fue postulado por el PRD como candidato al gobierno de Hidalgo, Granados Chapa afianzó una simpatía política que sin embargo está lejos de las incondicionalidades que suele exigir la vida partidaria. En aquella ocasión quiso ser abanderado de una coalición integrada por el PAN y el PRD pero cuando advirtió numerosas irregularidades en la selección dentro de Acción Nacional se retiró de ese proceso y, a la postre, quedó únicamente como candidato del llamado partido del sol azteca. Quizá desde entonces, aunque no de manera constante, el habitualmente afilado juicio crítico de Granados Chapa ha sido más benévolo con el PRD y algunos de sus personajes que con la mayor parte de las instituciones, figuras y decisiones públicas a las que suele referirse.

   Hombre dedicado fundamentalmente a la palabra escrita, Granados Chapa además ha mantenido durante ya doce años el programa que, con el mismo nombre de su columna, se difunde todas las mañanas, de lunes a viernes, en Radio UNAM. No son pocos los radioescuchas que, enfadados o fatigados por la sosería que (quizá con un par de excepciones) singulariza a la radio informativa de las mañanas, prefieren sintonizar el 860 de AM o el 96.1 de FM para oír el nada trivial e inteligente programa de Granados Chapa. Allí, el autor de Plaza Pública continúa el magisterio que ejerció en las aulas universitarias primero en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y luego en la entonces ENEP de Acatlán.

   Autor de una docena de libros, Granados Chapa mantiene tareas académicas y editoriales menos conocidas que su Plaza Pública. Recientemente fundó una firma destinada a la publicación de libros. Y desde hace varios años escribe, también de lunes a viernes, el “Diario de un espectador” que aparece en Metro, el periódico de sesgo popular que Grupo Reforma imprime para la ciudad de México. En esa columna puede encontrarse al lector, melómano, cinéfilo y paseante que es Granados Chapa. Redactada con menos formalidad e, imagino, a veces con más gozo que la Plaza Pública, el Diario de un espectador merecería una difusión más amplia para que llegase –por ejemplo, en el sitio de Reforma en Internet– a otros lectores.

 

Escribir una columna a diario

   Los 30 años de su columna emblemática han refrendado el reconocimiento que Granados Chapa suscita en espacios muy diversos de la vida pública y el periodismo en México. Han sido, además, una ocasión para que sus lectores festejemos la perseverancia de ese autor.

   Escribir una columna diaria –cuando se hace en serio– es una de las tareas más arduas, pero también más gratificantes, que puede tener la oportunidad de cumplir un periodista. Hay que lidiar con el fárrago de chabacanerías y exageraciones que pueblan las páginas de los diarios para desbrozar lo importante de lo accesorio. Hay que investigar en fuentes de lo más diversas y saber ponderar la confiabilidad de las informaciones que se encuentran. Hay que tener buen archivo, aunque Granados Chapa en lo que se apoya es fundamentalmente en una memoria portentosa. Hay que encontrar algún equilibrio entre la solemnidad y la frivolidad, entre la reiteración y la explicación. Hay que eludir el tedio que impone la reincidencia de actores, temas y comportamientos en la vida pública y encontrar el sesgo, el contraste, la comparación o la primicia que le den frescura a temas no siempre nuevos. Hay que leer y pensar, sobre todo antes de escribir. Hay que sorprender al lector y eso únicamente es posible cuando el columnista tiene los ojos, los oídos y la imaginación despiertos a la realidad. Granados Chapa lo hace todos los días. Aunque no siempre estemos de acuerdo con él –y precisamente, porque expresa razones y posiciones respecto de las que es posible tener diferencias– leerlo cotidianamente es una costumbre que se ha vuelto parte de nuestra vida cívica.


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